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El momento más supremo de la historia judía, quizás de la historia del mundo, ocurre en la parashá Itró. La Torá fue entregada al Pueblo de Israel por Hashem en el Monte Sinaí. La voz de Hashem fue escuchada por cada hombre, mujer y niño cuando Él declaró los fundamentos de la conducta religiosa y moral para todos los tiempos. Sin embargo, el pueblo quedó tan asombrado por todo lo que habían presenciado que se retiraron de la montaña y le suplicaron a Moshé que les hablara en lugar de Hashem para que no murieran. Moshé entonces se acercó a la espesa oscuridad y recibió una serie de leyes en nombre de Israel.

Surge la pregunta de si era necesario que Hashem se revelara a Israel, o si era suficiente que simplemente entregara la Torá a Moshé, quien a su vez se la contaría a Israel. Una respuesta a esto viene del propio Hashem en Shemot 19:9, donde le dice a Moshé: "Vendré a ti en una nube espesa para que todo el pueblo oiga cuando te hable. Entonces creerán en ti para siempre. " De esto se deduce que todo Israel fue testigo de la entrega de la Torá, contenida en los Diez Mandamientos. A partir de este hecho, podemos probar nuestra teología mediante una conclusión racional razonable, en lugar de simplemente por suposición. En palabras de Rambam (Hiljot Yesodeh Haftorah 8:1) Israel creyó en la Torá y en Moshé, no por las maravillas que sucedieron, sino porque escucharon la voz de Hashem hablando. Sin embargo, tenía que haber un hombre del calibre de Moshé presente para decirle a Israel exactamente lo que Hashem estaba diciendo, ya que no tenían la fuerza para escucharlo y aceptarlo. Pusieron su confianza en Moshé para que les enseñara la palabra de Hashem.

De manera similar, hoy en día la Torá no es simplemente una nota explicativa de lo que sucedió en el Monte Sinaí en ese momento. Es una Torá viva que continúa todo lo que se ha transmitido a través de generaciones de creyentes, quienes están seguros de que el conocimiento de la revelación en el Sinaí será renovado para incontables generaciones venideras.