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Esta semana leemos sobre uno de los eventos más conocidos en la historia religiosa: la unión de Isaac, el Akeida. El Akeida se erige como el acontecimiento religioso por excelencia; a diferencia del Sinaí, tanto el cristianismo como el Islam también lo reclaman como propio (aunque el Corán reemplaza a Isaac por Ismael). Es tan central porque en sólo 19 versículos representa la respuesta de la Torá a muchos de los principios fundamentales de nuestra fe. Sin embargo, la Akeida parece plantear muchas más preguntas de las que responde: ¿Por qué Dios le pide a Abraham que mate a su propio hijo, un acto que claramente imita los rituales paganos de la época y un acto que acabaría con la familia de Abraham, sus descendientes y toda la familia de Dios? llamado 'pueblo elegido'? Si Dios necesita que los humanos sufran para ser Dios, ¿puede haber un fin al sufrimiento? ¿Por qué Abraham sigue los deseos de Dios? Si la fe requiere tal abnegación, ¿cómo puede pretender elevar y mejorar al hombre?

Puede que el Akeida no tenga mucho sentido filosófico para nosotros, pero todavía hay muchas lecciones importantes que podemos aprender. Todos los comentaristas están de acuerdo en que Di-s realmente no pretendía un sacrificio, que el propósito central de la Akeida es pedagógico: es el acto supremo de fe. Entonces, ¿qué podemos ganar con esa idea?

El Ramban, Najmánides, escribe que Di-s no está probando a Abraham para determinar si sacrificará a su hijo o no. Más bien, le está dando a Abraham la oportunidad de demostrar su verdadera fe interior en Dios y de traducir esta fe en un acto con propósito. Es posible que nosotros mismos nos encontremos en muchas situaciones difíciles a lo largo de nuestro día en la universidad. Quizás vemos algo y nos preguntamos si deberíamos contárselo a alguien. Quizás nuestros amigos nos pidan que hagamos algo que, debido a nuestra creencia en Dios y el judaísmo, normalmente no hacemos. La Akeida representa, en términos épicos, las tensiones que nosotros, como judíos de hoy, debemos vivir y controlar, ya sea en la universidad o con amigos o familiares. Tensiones entre nuestras propias demandas de justicia absoluta y fe absoluta; entre nuestra necesidad de obedecer a Dios y rebelarnos contra Él; entre nuestro anhelo y la voluntad de seguir estas grandes tradiciones de nuestros antepasados. Son estas luchas las que son la esencia de nuestro ser, y son estas luchas las que siempre estarán en los corazones de las personas, independientemente de la época o el lugar en el que nazcan.