Ki Tissa comienza con un relato del censo de los Hijos de Israel. Cada hombre mayor de veinte años hacía un pago simbólico de medio siclo de plata, que luego se utilizaba para la construcción del Santuario. La Sedra continúa con la historia de cómo el pueblo cometió el error matemático más dramático de todos los tiempos: no, no se perdió un decimal, sino que calculó mal la cantidad de tiempo que Moisés había pasado en el Monte Sinaí, recogiendo la Torá. Entonces, moldearon un becerro fundido con sus joyas y proclamaron que en realidad era este becerro, no Di-s, quien los había sacado de Egipto. ¿Cómo podría semejante pensamiento entrar en sus mentes? acababan de presenciar el menosprecio de una de las naciones más poderosas de ese momento a través de una serie de milagros increíbles, para salvar a esta diminuta nación nómada. Después de todo esto, además de escuchar la voz de Di-s (o alguna forma de representación de Di-s), decidieron que era un becerro el que realizaba todos estos milagros para ellos.
Una explicación sugiere que sirve como lección para las generaciones futuras. Independientemente de cuán conocedores y sabios podamos ser, y de cuánto intentemos hacer lo correcto, nadie se libra por completo del deseo de hacer lo contrario y del deseo de ignorar las costumbres de nuestra religión. Maimonedes explica que si deseamos seguir un determinado mandamiento, como dar caridad o observar el kosher, entonces debemos realizar la acción con la mayor frecuencia posible, incluso en exceso, hasta que se convierta en un hábito. Quizás te preguntes: ¿no nos niega esto el libre albedrío? ¿Cómo podemos ser recompensados por un hábito? Rav Dessler aclara que podemos imaginarnos a nosotros mismos en una escalera espiritual. Hay algunas acciones que a una persona en particular ni siquiera se le ocurriría realizar porque fue educada cuando era niño para no realizarlas, mientras que a otra persona puede resultarle extremadamente difícil abstenerse de realizarlas. Cada uno tiene su propio peldaño en esta escalera. Nuestro objetivo no es 'negarnos el libre albedrío' aprendiendo a cumplir los mandamientos de memoria, ya que esto es imposible; siempre habrá otro peldaño por delante de nosotros. Más bien, todo nuestro objetivo en la vida es subir la escalera lo más alto posible, cada uno a nuestro propio ritmo y de nuestra manera particular.