De la oración al ascenso extático. Uno de los primeros libros místicos, Sefer ha-Malbush, describe una práctica mágica y cabalística de “llevar el Nombre” (levishat ha-Shem). Este rito incluye la “cábala profética” de Abraham Abulafia, cuya principal contribución al movimiento cabalístico fue la “ciencia de la combinación” (hokhmat ha-zeruf). Esta disciplina mística utilizó las letras del alfabeto hebreo, concentrándose más particularmente en las letras que formaban el Tetragrammaton (el nombre de Dios de cuatro letras pronunciado como ADONAI), y los otros Nombres de Dios con el propósito de intensificar el proceso de meditación. Al sumergirse en estas diversas combinaciones de letras y nombres hebreos, el cabalista vació su mente de todas las formas naturales de existencia, concentrándose sólo en los asuntos divinos. Al abrir su corazón a la emanación divina, podría alcanzar el nivel de profecía.
Otros cabalistas consideraban que esta filosofía cabalística era peligrosamente esotérica. Abulafia habló de los obstáculos, peligros y recompensas de este “estudio extático”. Trazó un paralelo entre “la ciencia de la combinación” y la música, que también podía llevar el alma al estado de mayor éxtasis mediante la combinación de sonidos. Las técnicas utilizadas para alcanzar este nivel siguen siendo muy populares hoy en día: ejercicios de respiración, repetición de los Nombres Divinos, meditaciones sobre los colores. Todo esto recuerda las prácticas del yoga indio y del sufismo musulmán. El practicante exitoso ve destellos de luz y siente una infusión de Divinidad. En ciertas etapas de este proceso meditativo vive a través de una identificación personal con un mentor espiritual interno o gurú que se le revela. Este “ser” se conoce como Metatrón, el príncipe del rostro de Dios. El clímax de esta etapa es el don de profecía.
Aunque la mayoría de los cabalistas evitaron registrar sus experiencias místicas personales, en el Zohar un sumo sacerdote ofrece una descripción del éxtasis místico en el Lugar Santísimo en Yom Kipur. No es hasta el período dorado del movimiento jasídico en el siglo XVIII, particularmente en el círculo del Maguid de Mezhirech, que se exponen en la literatura judía descripciones de la experiencia extática mística. Un libro sobre este tema, Berit Menucha, describe las visiones de las luces supremas que se logran al meditar en varias pronunciaciones del Tetragrámaton.
El logro del “éxtasis” se incluyó en la rúbrica de la “Cábala especulativa” (kabbalah iyyunit), que se concentraba en la guía espiritual interna del individuo. El tema de la “Cábala práctica” (kabbalah ma'asit) se centró principalmente en la actividad mágica.