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En medio de la extensa narración bíblica de José, el lector se enfrenta al capítulo 38, una interpolación que a menudo se pasa por alto, pero que rebosa significado e importancia. Allí se aprenden los sórdidos secretos de la vida familiar de Judá, apenas un capítulo después de haber vendido a su hermano menor José como esclavo. Acosado por la culpa, Judá ha instalado a su familia en Adulam, pensando que podría comenzar un nuevo capítulo y tal vez adquirir una nueva identidad y una reputación más noble.

Pero la narrativa bíblica, siempre consciente de la precedencia histórica así como de las recompensas y castigos justos, representa una asombrosa puesta en escena que primero involucra a la familia inmediata pero luego afecta la historia judía. Al casarse con una mujer de la región, llamada Bas Shua, Judá se convierte en padre de tres hijos. Desafortunadamente, él no es Fred MacMurray. Su primer hijo, Er, se casa con Tamar, pero el Todopoderoso lo condena a muerte a causa de sus malas acciones. Al segundo hijo, Onán, se le dice que cumpla con sus deberes leviráticos engendrando hijos con la viuda Tamar. Onán demuestra ser inmaduro en ese aspecto, y ahora su suegro le dice a la infeliz Tamar que espere a que su tercer hijo, Sela, crezca y cumpla con sus responsabilidades fraternales.

Tamar ha visto suficiente y siente, cuando Sela pasa la edad de elegibilidad, que Judá puede haber incumplido su promesa. Cubriéndose con un velo, se apropia de un lugar del camino por donde pasaría su suegro. Él lo hace y, al notar su atuendo, la confunde con una ramera. Después de algunas negociaciones bíblicas inimitables, se asocian. Tamar obtiene astutamente una prenda tangible de Judá: su sello, su manto, su bastón. Y su hijo potencial. Tres meses después, Judá es informada de la prostitución de Tamar. Enfurecido, él amenaza su vida, pero recibe su propia sorpresa cuando ella le envía un paquete con las vestimentas implicadoras. Judá, reconociendo su propia culpa (al negarle a Tamar su tercer hijo), así como la verdadera identidad de su consorte, se arrepiente y confiesa abiertamente su paternidad.