"Dios se acordó de Raquel" (Génesis 30:22). Recordó su silencio por el bien de su hermana cuando Lea fue entregada en matrimonio a Jacob (Bereshit Rabá 73:4).
La matriarca Raquel fue una de las primeras profetisas (Yerushalmi Berajot 9:3).
"La sepulté allí, en el camino" (Génesis 48:7). Jacob le dijo a José: "Así como tú deseaste que tu madre hubiera sido enterrada en la cueva de Macpela, así lo deseé yo". José respondió: "Si es así, da la orden ahora y la volveré a enterrar allí". Jacob respondió: "No puedes, hijo mío, porque la enterré en el camino por orden divina. En el futuro, mis hijos irán al exilio. Cuando pasen por la tumba de Raquel, la abrazarán. Ella se pondrá de pie y orará por misericordia para en su nombre, y el Santo, Bendito sea, aceptará su oración" (Pesikta Rabbati 3:60).
Es natural pensar en Abraham y Sara como el padre y la madre del pueblo judío. Se les considera correctamente como la primera pareja judía. Sin embargo, Sara, a pesar de su grandeza, debe dar paso a su posterior descendiente, Raquel, quien a lo largo de su vida, y particularmente a través de su muerte y lugar de entierro, se convierte en la matriz emocional del judaísmo.
Ella no provenía de la casa más noble. Su padre, Labán, era un maestro del engaño, y era natural que ella y Lea quedaran atrapadas en el astuto plan del viejo mesopotámico de engañar a Jacob para que se casara con sus dos hijas. Pero Rachel prevalece, incluso después de que debe soportar la usurpación de su lugar en el dosel matrimonial por parte de su hermana mayor. Ella prevalece a pesar de sus celos naturales porque comprende su papel tanto en su familia como en la historia judía. Incapaz al principio de concebir, Raquel razona valientemente: “Si no soy lo suficientemente digna de que la nación judía descienda de mí, que descienda de mi hermana Lea” (Bereshit Rabá 71:2).
Pero su bondad es recompensada, y aunque Lea da a luz a seis doceavas partes de las tribus de Israel, de los lomos de Raquel surgen José y Benjamín, dos hijos especialmente bendecidos de ella y la unión de Jacob. Al permitirle a la menos deseada Lea la oportunidad de cumplir su deseo familiar con Jacob, Raquel se convertiría en el personaje más comprensivo de la Biblia. Ella es vista, incluso bíblicamente, como la figura que comprendería el sufrimiento del pueblo judío. Cuando los babilonios llevaron a los judíos al cautiverio después de la destrucción del Primer Templo, pasaron por la tumba de Raquel en el camino a Belén. Allí oyeron: “Voz alta, lamento y llanto amargo, Raquel llorando por sus hijos” (Jeremías 31:15).
Raquel se convierte en la madre de todos los hijos judíos de cada exilio. Su fama aumenta siglos más tarde en el ámbito literario de Herman Melville donde, al final de Moby Dick, Rachel, ahora representada como un barco nodriza, rescata al hijo mal engendrado de Abraham, Ismael. Raquel, nuestra Madre.