Dijo el Santo: Bendito sea: “Que Abdías, que habitó entre dos malvados, Acab y Jezabel, pero no aprendió de sus malas obras, venga y profetice acerca de Esaú, que habitó entre dos justos, Isaac y Rebeca, pero no aprendieron de sus buenas obras” (Sanedrín 39b).
Abdías mereció profecía porque escondió a cien profetas en una cueva (Sanedrín 39b).
Ninguno de los profetas pudo prever lo que el Santo, Bendito sea, finalmente le haría a Esaú, excepto el profeta Abdías, un prosélito que descendía de Esaú. Abdías previó claramente lo que le sucedería a Esaú (Zohar 1:171a). “Y Acab llamó a Abdías, mayordomo de la casa. Y Abdías temió mucho al Señor; porque aconteció que cuando Jezabel exterminó a los profetas del Señor, Abdías tomó cien profetas, y escondió a cincuenta en una cueva, y los alimentó con pan y agua” (I Reyes 18:3-4). A Abdías, “siervo de Dios”, se le atribuye un libro de un capítulo compuesto por veintiún versículos. Y, sin embargo, este profeta de Edom (una nación asociada para siempre con el enemigo de Esaú) ya ha sido claramente descrito en el libro de Reyes. Allí se dedicó asiduamente a su primera carrera, sirviendo como ministro de “beneficios” de Acab. El título cambiaría homofónicamente, después de que Abdías, reconociendo las malas intenciones de la esposa de Acab, Jezabel, escondiera a cien de los profetas de Israel, alimentándolos y sosteniéndolos con pan y agua.
Fue justo incluso en una casa mala y un fiel discípulo del hacedor de milagros, Elías. Debido a su fidelidad, fue recompensado con el don de profecía. Curiosamente, como una vez había servido al malvado Acab, su destino era vilipendiar el reino de Edom. El progenitor de este archienemigo de Israel fue Esaú, y dado que los rabinos ven a Abdías como un descendiente de Esaú además de un prosélito, este profeta demostraría su valía con una visión explícita del futuro de Esaú.
Ese futuro era fatal. Esaú sería recompensado por la violencia ejercida contra su hermano Jacob. En lo que equivale a un pasaje pre-apocalíptico, Abdías recita:
Y la casa de Jacob será fuego,
y la casa de José llama,
y la casa de Esaú hojarasca,
y se encenderán en ellos y los devorarán;
Y no quedará ningún resto de la casa de Esaú (Abdías 1:18).
No había sido un camino fácil, pero el cambio de carrera de Abdías recuerda la transformación de los israelitas representada en la sección Maguid (“Narración”) de la Hagadá: “De la esclavitud a la libertad; de la degradación a la alabanza; del reino del mal al reino de los cielos”.
Abdías, que había “visto” el mal y lo había vencido.