"Y fueron todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años" (Génesis 5:27).
"Mientras Matusalén vivió, el Diluvio no cayó sobre el mundo. Y cuando Matusalén murió, se retuvo durante otros siete días después de su muerte para cumplir el período de duelo" (Avot d'Rabbi Natan 32:1).
La línea de Adán se remonta a su tercer hijo, Set. Adán vivió 930 años; Set vivió en el año 912. Pero esto no era inusual. Estos años antediluvianos se caracterizaron por una gran longevidad. Pero Matusalén fue el que vivió más tiempo que todas las personalidades bíblicas. Esto fue asegurado por un dicho bíblico declarado en el capítulo sexto del Génesis. Allí dijo Dios: "Mi espíritu no permanecerá en el hombre para siempre, porque él también es carne; por tanto, serán sus días ciento veinte años".
¿Qué le valió a Matusalén, el abuelo de Noé, el título de "hombre más viejo del mundo"? No hay ninguna indicación en el texto bíblico, pero la literatura rabínica lo exalta: "Matusalén era perfectamente justo. Todo lo que salía de su boca terminaba con la alabanza al Santo, Bendito sea. Estudió novecientos órdenes de la Mishná” (Yalkut Shimoni, Bereishit 42).
El Talmud identifica a los "siete pastores" de la visión mesiánica de Miqueas como: David en el centro con Adán, Set y Matusalén a su derecha, y Abraham, Jacob y Moisés a su izquierda" (Sucá 52b). Además, cuando Matusalén murió, no sólo los ángeles lo elogiaron en el cielo, sino que Dios retrasó el castigo de la generación del Diluvio durante los siete días de duelo.
Todo lo anterior sugiere que Matusalén era un zaddik, un "hombre justo". Y por implicación, un hombre más justo que su nieto, Noé, a quien también se le llamó "justo y de todo corazón", pero la justicia de Noé se ve mitigada por las palabras "en su generación". Es decir, Noé es exaltado dentro de un período degradado de la civilización humana. Matusalén es y sigue siendo exaltado en generaciones habitadas por grandes hombres. Por lo tanto, su bondad y rectitud siempre estarán en el nivel más alto tanto de las aspiraciones humanas como de las expectativas divinas.
Vivió casi un milenio y su hijo, Lamec, engendró a Noé, quien rescataría a la humanidad de su degradación y su virtual destrucción. Sólo después de Matusalén el Señor percibió al hombre como corrupto y tal vez no digno de ser salvado. Fue la vida de Matusalén y sus antepasados, que se remonta en el tiempo a través de Set y Adán, la que animó a la Divinidad a dar a sus creaciones terrenales la oportunidad de empezar de nuevo. El Señor mismo pronto reconocería que la cualidad de corrupción, tanto como la cualidad de bondad, se adhirió a cada alma humana que sucedió a Noé.