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Recursos - Coré

Nació levita lo que, como hemos visto con respecto al destino de los hijos de Aarón (que murieron cumpliendo su papel como sirvientes del Templo), lo puso en terreno inestable. De hecho, en el caso de Coré esto fue literalmente cierto: "La tierra abrió su boca y se tragó a todo el pueblo que estaba con Coré, y todos sus bienes" (Números 16:32).

Para una tradición que ha sobrevivido a milenios de prejuicios, persecución, disputas y faccionalismo, durante el período del desierto no parece haber mucho espacio para la expresión individual. La Divinidad no estaba de humor para ser desafiada, y cuando lo estaba, tanto el Cielo como la Tierra se desplegaron para administrar el castigo. Y, sin embargo, esta tragedia implicó mucho más que la preocupación de la Divinidad por las ofrendas de sacrificio inadecuadas. Coré estaba enojado porque Aarón y sus hijos habían sido elevados al Sumo Sacerdocio. Así, tipificando a un líder rebelde, se hizo pasar por un campeón del pueblo, tratando de desacreditar el liderazgo de Moisés y Aarón. Enfrentándose directamente a sus adversarios, declama: "¡Es demasiado para vosotros! Porque toda la asamblea, todos ellos, son santos y el Señor está en medio de ellos; ¿por qué os ensalzáis sobre la congregación del Señor" (Núm. 16:3)?

Al igual que en el Salvaje Oeste, las dos facciones seleccionan sus armas. Se colocan "braseros" delante del altar. El Señor decidirá qué ofrenda es aceptable. ¿El resultado? Es tan obvio que los rabinos se preguntan por qué Coré, un levita y erudito respetado, había actuado con tanta descaro. ¿La respuesta rabínica? Cegado por la ambición, Coré vio proféticamente que el profeta Samuel sería contado entre su descendencia, que incluiría veinticuatro grupos de levitas. Desafortunadamente para Coré, este no era su destino sino el de sus hijos, quienes se arrepentirían y sobrevivirían, mientras Coré y sus 250 advenedizos fueron tragados por la tierra. Al presenciar este "fenómeno" del desierto, uno se pregunta por qué alguno de los israelitas tuvo el coraje de hablar con Moisés, y mucho menos el descaro de desafiar su autoridad. Según el Talmud, del lugar en el que fueron enterrados los rebeldes todavía sale humo. Si uno se acerca, oye voces que dicen: "Moisés y su Torá son verdaderos, y nosotros somos mentirosos" (Sanedrín 110a).